Para que no mueran los caminantes

Las naturalezas muertas quedaban allí esperando de una semana a las otra, sin fotografiar, pacientes. Cuando mi abuela murió, todos aquellos que morían me debían una explicación y todas sus historias cabían en la mesa de los bodegones. Estas fotos son altares que por medio de los zapatos retratan un uniforme, hueco ya, de un recorrido, de una historia que silenciosa e inevitablemente  reivindica frente a sus circunstancias

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